Acerca del libro: año / Vio cómo mataban lenta y fríamente a una mujer en el patio de su casa. Con un cuchillo. Ella fue una de los veintiséis testigos de esta terrible escena y, como todos los demás, no hizo nada para detener al asesino. Y vio algo más. En la niebla cada vez más espesa, imaginó enormes ojos rojos y ardientes y la fea sonrisa de un rostro depredador. Era el rostro de la ciudad misma, el nuevo y sangriento Dios. Dios de la niebla y la violencia callejera. Un Dios que exige adoración y ofrece una opción: la muerte como sacrificio o la vida como testigo eterno de la muerte de otros desafortunados. Un Dios correspondiente a nuestro tiempo. Dios de las calles y las multitudes....