Sobre el libro: 1983 / Cuando a mediados del siglo XVI se intensificó la persecución de los judíos de Praga, el sabio y erudito rabino Lev, por inspiración del cielo , decidió crear un Golem gigante de arcilla para destruir las cadenas de los enemigos de Israel y proteger a la población judía de Praga de provocaciones, ataques y violencia. Pero él solo no pudo crear el Golem. Porque en la creación de este gigante, además del material (arcilla, polvo, uno de los cuatro elementos del universo: la tierra), tuvieron que participar otros tres elementos del mundo: fuego, agua y aire. Él, el rabino, era aire. Afortunadamente, su yerno era sacerdote según su familia, después de la familia de Aarón, hermano de Moisés (fuego), y su discípulo era levita (agua). Entonces crearon el Golem, para destruir con éxito las maquinaciones del enemigo. Pero, por supuesto, no pudieron darle el don de la palabra ni, en general, el alma. Porque sólo Dios puede conceder esto a su creación, como dice la Escritura: “Y creó el Señor Dios al hombre, y sopló en su nariz aliento de vida, y el hombre fue un alma viviente” (Génesis, II, 7). Y el Golem no tenía alma viviente ni lengua. Y sólo gracias al poder de los hechizos cabalísticos actuó el Golem, destruyendo las forjas de los enemigos de Israel. Pero tan pronto como se le encomendó cualquier tarea no de destrucción sino de creación, incluso simplemente llevar agua a la esposa del rabino, se produjo un desastre: el Golem casi inundó todo el gueto de Praga. Y el Golem desobedeció al rabino, y para que la creación no destruyera al creador, tuvo que destruir al Golem..